De Sevilla al mundo, a California, a Copenhague, al Reino de Dinamarca que es inmenso aunque pueda no parecerlo, porque tiene un secreto a voces enorme que se llama Groenlandia. María y Sammy se quieren, se quieren mucho, muchísimo, ¿hace falta decirlo? Nadie sonríe así sin estar enamorado. Nadie se mira así bailando si no hay amor, amor, amor auténtico. El amor de esta pareja es tan grande -por lo menos- como los dos millones de kilómetros cuadrados de Groenlandia, pero mucho más cálido que el gigante vikingo de hielo. El suyo es un amor meridional, del sur, sembrado de detalles que cantan cercanía, amistad, complicidad. Contacto.
Aunque su unión ya se había materializado en forma de compromiso estampado en el papel, María y Sammy, que se siguen por el mundo -si no es que el mundo los sigue a ellos con esa fuerza y ese arte que destilan-, querían hacer partícipe a toda su gente de la alegría de su enlace, y qué mejor manera de invitar a todo el mundo a la boda que con un vídeo de preboda como este, rodado en su tierra andaluza, en su Sevilla de Feria. En la calle del Infierno donde juegan los niños, donde el albero se levanta con las carreras apresuradas a la caseta de tiro o al puesto en el que se hace girar el algodón de azúcar que se deshace en un suspiro; a la calle del Infierno dulce donde las luces de las bombillas de colores le dan a la noche de primavera el tono de la pureza de la infancia y de la curiosidad de la adolescencia que aún se mantienen vivas en la pareja de Sammy y María. Se ve cuando bailan. Se ve solo con mirar.
Preboda en Sevilla, preboda en primavera, entre farolillos y banderines rojos y blancos, verdes y blancos: todo lo que un fotógrafo de boda sevillano hasta la médula puede pedir. Porque trabajar así es trabajar pero de la mejor manera posible. Sobre todo con dos personas como ella y él, Sammy y María, todo emoción, todo duende, todo futuro. Estas cosas no se ven todo los días. Palabra.